“La pintura es un hecho conmovedor, una propuesta a la participación que altera y provoca al espectador, emocionado, para que culmine el laberinto y acepte la intención del artista para comunicarse.

La pintura sirve para muchas cosas: para responder expectativas, para indagar en otras caras de la realidad, y como no, criticar, participando en la sociedad que acoge al artista, que debe cuidar su independencia, además de su técnica, estilo, formato, materiales, etc.

Pintar es una actividad asombrosamente inexplicable.

¿Por qué pintan los artistas...?

¿Qué pretenden con sus mensajes de colores y luces...?

¿Dónde late esa necesidad irrenunciable de expresión…?

Pintar es una forma de calmar las preguntas mas profundas, los miedos mas oscuros, una manera de relativizar la existencia, acercándola, acallando los gritos de la vida con colores y líneas.

Agnès Druenne es pintora, y hereda a mi juicio esa ubicación esotérica, esa necesidad de pintar para calmar los arañazos de las preguntas imprescindibles, y así conecta con ese magma cósmico, con ese bullir de la energía, con ese espacio cuántico donde nos fundimos como partículas en el inmenso fragor del universo.

En su obra palpita el misterio, se analizan secretos sobre la existencia, sobre la Vida, sobre la Creación…

En los blancos preñados de dolor, en el color sugerido como atmosfera, en las huellas de letras apenas legibles, hay una magistral lectura sobre nosotros, inmersos en un planeta azul maltratado, sin saber dónde vamos ni venimos en nuestro caminar en silencio, bajo un sol delirante y una noche interminable.

En su pintura, exaltan sus orígenes europeos cuando sus trazos Leonardinos de una excelente calidad cromática toman toda su expresión al vestirse de una modernidad exuberante y que la línea y el dibujo se encuentran con un goteo de colores, para conferir profundidad a espacios que así pierden la figuración, trasladando el conjunto a la abstracción. Gracias a su dominio del dibujo y de la técnica de la acuarela y la pulsión emotiva del papel hecho a mano por ella, podemos contemplar una obra mágica, cargada de emoción, de una inmensa belleza.”

José Antonio Navalón†, Tuxtla Gutiérrez, 2015

 

Agnès Druenne Espejo de Mano.

 

Sus manos se articulan y gesticulan, su rostro es emoción contenida en su mano, Agnès no es una artista de palabras, más bien gestual en su trabajo, tan diverso en expresiones plásticas. Sus manos en el hierro, la forja de sus esculturas, sus manos que vibran con los niños invidentes a quienes enseña a leer el arte, sus manos que difuminan al color, a veces en la mancha, luego con una violencia de lo sensual sobre sus retratos ya expresionistas, ya afiliados a un dibujo limpio y cuidadoso.

Es el espejo de sus manos, fuertes, capaces de atrapar al viento y drenar el rio de ideas y expresiones que corren en sus venas. Por sus telas se siente la improvisación temática que recoge la maestría de todos estos años de acción pictórica. La diversidad temática no la vuelve confusa, la diversidad la hace mirar la realidad bajo el espejo lumínico de sus manos, esas manos que se imprimen con discreción en sus perfiles y sus retratos frontales, el paisaje nítido tras las formas de sus personajes.

Agnès Druenne es una artista nacida en Bélgica que se ha vuelto mexicana por sus hijos, aquí se ha integrado a una pluralidad expresiva que asombra y derrama su gratitud a nuestro panorama artístico.

El arte no es progreso, el arte es continuidad del ser, la capacidad para plantarse en la tierra y recoger sus frutos: el amor, las cosas, los vientos, el paisaje interior que combina la obra de esta magnífica artista belga.

Por sus yemas los conocerás, apunta el profeta Isaías. Y por sus yemas conocemos la obra de Druenne, como espejo de mano que es su palabra, su pozo de la dicha, el ojo que adivina su pensamiento.

Cálida, con un dibujo libre, cálida sin emplear todo el calor del color, donde mantiene la sobriedad telúrica de sus grises y sepias, de sus colores discordantes y sus artefactos en las instalaciones de una autora de visiones del arte contemporáneo.

Agnès Druenne en la gama de artistas mexicanas, en el Noreste, Tamaulipas, es una artista de mucho fuelle, tal como el fuego que irradia en su taller. Donde pinta, esculpe, y mete las manos al fuego de la fragua para cristalizar a ese espejo que está en las manos de su espíritu de genialidades.

Yo le auguro un campo abierto al arte contemporáneo de México y el mundo.

Alejandro Rosales Lugo, México, Mayo 2019.